Cuando el día viernes los rumores de un jugador del PGA Tour dando positivo en un test de COVID-19 pasaban a tomar cada vez más fuerza, muchos pensaron que era el principio del final para el resto de la temporada golfística. El caso de Nick Watney confirmaba lo que ningún amante del deporte quería escuchar después de tanto esfuerzo por parte de la PGA en poner nuevas reglas y esperar más de 90 días para reiniciar su calendario. Para los detractores del regreso de la gira, la tormenta perfecta, pero el PGA Tour demostró que estaba preparado para enfrentar esta crisis.
Rápidamente activó su sistema de protocolo COVID-19, haciendo tests a las 11 personas, entre jugadores, caddies y staff que habían estado en contacto estrecho con el estadounidense, quien recordemos, a su llegada a Harbour Town, había dado negativo. Sergio García lo había traído a Nick en su avión privado desde Colonial por lo que se abrían un sinfín de hipótesis de contagio ya que había salido de la “burbuja del tour”. Entre los contactos estrechos con Watney ese mismo viernes, Rory McIlroy, número 1 del mundo, había estado un largo rato en el putting . green y Brooks Koepka había estacionado junto a él.